miércoles, 26 de septiembre de 2012

Aquí da igual si follas o fallas,
si jodes o te joden. Si vives de o para ellos. Si la talla de tus tetas supera
a las de tu cadera o si la polla la guardas a la derecha. Da igual si te pasas
la vida ayudando o eres un grandísimo hijo de puta. No tiene importancia si
lloras por las noches o prefieres dar pena delante de la gente. A la gente se

la suda si te quedaste sin razones para sonreír o si te faltan fuerzas para
subirte a una báscula. Aquí da igual lo que tú seas o lo que quieras llegar a
ser. Aquí lo que importa es la apariencia. Pero dime una cosa, ¿tu físico ha
cambiado desde hace dos años? Más o menos un mundo y medio. Quizás eras más
guapa, más fea, más delgada o más gorda.
Da igual. Ahora pregúntate, ¿Ha cambiado el amor a tus padres? ¿Ha cambiado el
amor a tu familia? ¿Ha cambiado tu sonrisa? ¿Han cambiado tus ganas de ser
feliz? Quizás habrás respondido dos de cuatro negativas, pero dudo que sean más
importantes como para dejar de ser tú. Cambiar, cambiamos todos los días. Cada
vez que te cruzas con una persona, cambias. Pero no te das cuenta. Y ten en cuenta
que por muchos cambios que haga el mundo, o muchos cambios que hagas tú,
siempre debes ser tu misma; no esa persona que los demás quieren que seas. Y
hoy, yo te digo que da igual si estás sola. Da igual si aún no has conocido a
tu príncipe azul. No importa si la vida te ha dado tantas hostias que hoy ya no
te quedan manos con las que tapar moratones. Da igual, todo eso da igual. Y si
sigues adelante, con la cabeza alta, algún día agradecerás al destino a que te
haya puesto tantas piedras por el camino. ¿O realmente estás dispuesta a
perderte lo que pasará en tu final?

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